En la aparente tranquilidad de la noche, mientras la mayoría de la ciudad duerme, un ejército silencioso de trabajadores sale a cumplir con sus labores. Estos héroes invisibles enfrentan desafíos que van más allá de lo imaginable, soportando frío intenso, largas jornadas y condiciones adversas para mantener la ciudad en funcionamiento.
Entre ellos está Juancito, quien, aunque con un poco de temor, comparte su historia. Sus noches están llenas de resistencia y humanidad, pero también de sueños y amor. El frío no lo detiene, porque el amor por sus hijos es la fuerza que lo impulsa a seguir adelante.
También está Gladys, quien cada noche sale frente al hospital para vender sus productos en el mercado nocturno. Con una colcha en la espalda, enfrenta el clima y la soledad para llevar el sustento a su familia. Su historia, como la de muchos otros, es un testimonio de dignidad y sacrificio.
No podemos olvidar al «Guachimán de la Funeraria», quien vigila entre sombras y fríos intensos. Su trabajo, aunque poco reconocido, es esencial para la seguridad de muchos. Y luego está el emolientero, quien dejó su ciudad natal para vender bebidas calientes en Lima hasta la 1 a.m., soportando el invierno para ganarse la vida.
A través de sus historias, estos trabajadores nos enseñan sobre la dignidad del trabajo nocturno y los sacrificios que hacen para que la ciudad siga funcionando. Sus vidas, aunque silenciadas por la oscuridad, son un recordatorio de que el esfuerzo y la resiliencia son los pilares de nuestra sociedad.










