Mientras los humos blancos emergían de la chimenea de la Capilla Sixtina, el mundo contuvo el aliento. En ese momento, en el interior, un antiguo rito cobraba vida, dando forma a lo que minutos después sería revelado: Robert Prevost, ahora conocido para la eternidad como León XIV.
El nombre de León XIV resuena con más de 2,000 años de historia del papado, y su elección podría indicar una visión pastoral que busca continuar con la austeridad y cercanía que ha caracterizado a la Iglesia en los últimos años.
Así como el Papa Francisco eligió su nombre en honor a San Francisco de Asís, la decisión de León XIV dirige la mirada hacia Fray León de Asís, el amigo y confidente del santo. Fue Fray León quien acompañó a Francisco en el monte Alvernia cuando recibió los estigmas, un vínculo que refleja una espiritualidad profunda y unida.
Pero esta elección va más allá de un simple homenaje fraterno. También conecta a León XIV con la línea histórica de León XIII, un pontífice que lideró la Iglesia en una época de cambios radicales, donde la Revolución Industrial comenzaba a marginar a los más vulnerables.
A las 7:13 p.m., hora del Vaticano, el nuevo Papa apareció en el balcón central de la Basílica de San Pedro. Hasta ese momento, era simplemente el cardenal Robert Prevost: estadounidense de nacimiento, con raíces francesas e italianas, y un corazón profundamente ligado al Perú.
Este ritual, tan cinematográfico como el retratado en películas como Cónclave, marca el inicio de un nuevo capítulo para la Iglesia Católica. León XIV asume ahora la tarea de guiar a los fieles hacia un futuro más justo, bajo la luz del nombre que ha elegido para su pontificado.
