En una jornada marcada por el dolor y la indignación, familiares y amigos de los trabajadores de seguridad asesinados en Pataz les dieron el último adiós en diferentes regiones del Perú. Las ceremonias fúnebres se realizaron en medio de emotivas manifestaciones y reclamos de justicia para que estos crímenes no queden impunes.
En Chiclayo, seres queridos de César Rospigliosi se congregaron en el cementerio El Carmen para despedirlo. Mientras tanto, en Tumbes, los familiares de Deyther Domínguez realizaron una larga caminata desde el velorio hasta el camposanto, acompañados por decenas de autos y mototaxis con globos blancos que escoltaron la carroza fúnebre.
En Piura, tras dos días de velorio en su casa, Darwin Cobeñas fue llevado en un cortejo fúnebre hasta el cementerio central de La Arena, donde recibió sepultura. Durante estas procesiones, los dolientes portaban carteles y fotografías de las víctimas, exigiendo justicia y que se esclarezcan los responsables de esta masacre.
Estas ceremonias reflejan el profundo impacto que ha tenido este crimen en las comunidades afectadas. Los familiares no solo lloran la pérdida de sus seres queridos, sino que también claman por medidas de seguridad y una investigación exhaustiva que evite que hechos como estos se repitan.
La masacre en Pataz, donde perdieron la vida 13 trabajadores de seguridad, ha conmocionado al país y puesto en evidencia la vulnerabilidad de estos profesionales que arriesgan sus vidas en zonas de alto riesgo. Las autoridades han prometido agilizar las investigaciones, pero los familiares exigen resultados concretos y castigo para los culpables.










