Hoy comenzó el cónclave para elegir al sucesor del Papa Francisco, un proceso lleno de rituales y tradiciones que se remontan a los primeros siglos de la Iglesia Católica. Mientras los cardenales se encomiendan al Espíritu Santo con el cántico «Veni Creator Spiritus», el mundo aguarda ansioso la famosa fumata blanca que anunciará al nuevo Pontífice.
Este proceso no siempre fue como lo conocemos hoy. Uno de los cónclaves más históricos ocurrió en 1268 en Viterbo, Italia, donde los cardenales tardaron casi tres años en elegir un Papa. Este episodio llevó a establecer la norma de encerrar a los electores en la Capilla Sixtina – de ahí el término «cónclave» (con llave) – para acelerar las decisiones.
En tiempos más recientes, el cónclave de 1978 marcó un hito. Tras la repentina muerte de Juan Pablo I, los cardenales se reunieron nuevamente y en solo tres días eligieron a quien sería Juan Pablo II, el Papa con el tercer pontificado más largo de la historia. Su elección ocurrió en una década marcada por tensiones políticas y sociales a nivel mundial.
La tradición de la fumata blanca, que hoy seguimos con expectación, nació a principios del siglo XX. Desde entonces, se han celebrado 10 cónclaves con duraciones variables: desde los 5 días que tomó elegir a Pío XI en 1922 hasta los rápidos 2 días del cónclave que en 2013 nos dio al Papa Francisco.
En nuestra era de comunicación instantánea, el mundo entero puede seguir en tiempo real este proceso histórico. Millones de ojos estarán pendientes de la chimenea de la Capilla Sixtina, esperando ese humo blanco que anuncie no solo un nuevo Papa, sino una nueva era para los más de 1,300 millones de católicos en el mundo.
